MUERTE DEL APÓSTOL SAN PERO; CRUCIFICADO BOCA ABAJO EN LA CRUZ
Neón detuvo a Pedro y a Pablo y encargó su vigilancia a un ilustre romano llamado Paulino, el cual, a su vez, mandó a Mamertino que los llevara a la cárcel. Mamertino encerró a los dos apóstoles en un calabozo y confió la custodia de los dos presos a dos solados cuyos nombres eran Proceso y Martiniano, que, convertidos en seguida a la fe por San Pedro, abrieron las puertas de la prisión y dejaron en libertad a ambos prisioneros. Este hecho costó la vida a Proceso y Martiniano, pues Paulino, cuando Pedro y Pablo fueron martirizados, juzgó a ambos soldados y, al descubrir que eran cristianos, dio cuenta de ello a Nerón y mandó que fuesen inmediatamente decapitados.
Cuando Pedro salió de la cárcel, sus hermanos en la fe rogaron que huyera de la ciudad, y, aunque él al principio se resistió a hacerlo, finalmente convencido por ellos se dispuso a salir de Roma, y al llegar a una de las puertas de la muralla situada en el lugar que actualmente lleva el nombre de Santa María "ad passus", según San Lino y San León, vio a Cristo que venía hacia él. Pedro, al verlo, le dijo:
- Domine, quo vadis? O sea, Señor, ¿adónde vas?
- A Roma, para que me crucifiquen de nuevo.
- ¿Para que te crucifiquen de nuevo? – preguntó Pedro.
- Sí – contestó el Señor.
Entonces Pedro exclamó:
- En ese caso me vuelvo para que me crucifiquen también a mí contigo.
En aquel preciso momento el Señor subió al cielo ante la mirada atónita de san pedro que comenzó a llorar de emoción, porque repentinamente se dio cuenta de que la crucifixión de que Cristo había hablado era la que a él le aguardaba, es decir, la que el Señor iba nuevamente a padecer a través de su propia crucifixión. Inmediatamente volvió sobre sus pasos, se internó en la ciudad y refirió a los hermanos la visión que había tenido. Poco después, los soldados de Nerón lo detuvieron, y en calidad de prisionero lo condujeron a la presencia del prefecto Agripa. Según el relato de san Lino, la cara del apóstol, al comparecer ante el juez, brillaba como el sol.
Agripa al verle, le dijo:
- ¡De manera que tú eres ese sujeto que en determinadas reuniones con la plebe se da tanta importancia...! Tengo entendido que aprovechas tu influencia sobre las mujeres que te siguen para inculcarles que no se acuesten con sus maridos.
Pedro, encarándose con el prefecto, le respondió:
- Yo no me doy importancia ni presumo de nada ni de nada me glorío; pero sí te hago saber que lo único que de verdad me importa es ser fiel discípulo de mi Señor Jesucristo, el Crucificado.
San Pedro murió en una Cruz con la cabeza hacia abajo.San Pedro dijo que él no era digno de morir como su maestro en una Cruz, que si así lo hiciese, esta debería ser una cruz invertida pues no se consideraba merecedor del "privilegio" de morir como su Señor Jesucristo. De este modo la cruz invertida pasó (catolicamente hablando) a ser un símbolo de humildad del Apóstol Pedro.